Como es afuera es adentro: El deporte, una oportunidad para enseñar con el ejemplo
Los padres somos apasionados en todo lo que emprenden nuestros hijos, y cuando se trata de deportes, lo vivimos con intensidad. Damos rienda suelta a nuestra alegría, rabia, temperamento, y lo expresamos al máximo en palabras, emociones y actitudes. Cuando nuestros hijos logran una hazaña deportiva, saltamos, aplaudimos, gritamos, lloramos y nos emocionamos. Sin embargo, cuando cometen errores o son criticados por otros, algunos padres suelen callar, apartarse del entorno, reprender al hijo o incluso gritarles en señal de rabia. En algunos casos, los padres pueden descargar su frustración contra árbitros, otros padres, o incluso otros niños, generando situaciones de agresión e incomodidad que afectan el ambiente positivo que debe prevalecer en estos espacios.
Aunque existe la frase “corrige en privado y felicita en público”, las pasiones del momento, tanto positivas como negativas, suelen ganar. Es fundamental recordar que como padres somos ejemplos, no solo en el hogar, sino también en las canchas. La actitud que mostramos en el campo influye directamente en el comportamiento de nuestros hijos en casa.
Si un padre tiene una actitud negativa hacia un árbitro, otro padre, o el entrenador, el hijo puede replicar esa actitud en casa con sus hermanos, otros adultos e incluso con los mismos padres, considerándolo correcto porque sus padres lo hacen. La recomendación es siempre actuar con amor y control, lo que se traduce en prudencia. Esto significa ser moderados en nuestra forma de hablar y comportarnos frente a nuestros hijos en ambientes deportivos. Debemos ser modelos para nuestros hijos, ya que la rabia y las agresiones de los adultos en un campo deportivo no se quedan allí; inevitablemente transcienden al hogar, la familia y la escuela.
Como padres, debemos enseñar a nuestros hijos que es normal experimentar rabia y frustración por eventos que escapan de nuestro control. Lo más valioso que podemos transmitirles es la capacidad de manejar estas emociones de manera constructiva. Cuando vivan una situación de frustración o injusticia en el colegio, la universidad, con sus parejas, padres o hermanos, deben saber resolverlo emocionalmente de la manera en que nos vieron hacerlo: con amor y control, probablemente exento de enojo. El deporte es como la vida: “como es afuera, es adentro”.
Padres como guías en la vida deportiva de sus hijos
Los padres, uno de ellos o el adulto más cercano, somos los primeros coaches, directores técnicos y psicólogos de nuestros hijos. Este rol natural implica cuidar sus actividades y, posteriormente, sus sueños. Cuando nuestros hijos muestran interés por algún deporte, comenzamos a hacer sacrificios: llevarlos a entrenar, calmar sus angustias por perder, alentarlos cuando ganan, cuando mejoran, cuando se aburren en la clase o no tienen ánimos de ir. Compramos sus uniformes, participamos en todas las competencias y nos adaptamos a su ritmo. Lo que comienza con un entrenamiento a la semana puede escalar a dos, tres, cuatro o incluso cinco días de entrenamiento, además de competiciones los fines de semana. Como padres, disfrutamos mucho esta etapa exigente y sacrificada con nuestros hijos.
Mi esposo y yo somos sus fans, y no nos importa levantarnos a las 5am para llevarlos a entrenar ni pasar todo el día en un campo deportivo.
Nuestros hijos ven y perciben a lo largo de su vida que sus padres estuvieron y están presentes, siendo parte fundamental de sus sueños logrados. Como psicóloga, he observado que los años que los niños pasan practicando un deporte son proporcionales a la salud mental de su vida futura. Los niños deportistas son adolescentes distintos, con intereses más saludables y enfocados en comparación con sus pares no deportistas. Sus intereses, combinados con la alegría, frustración, metas, fracasos, tristezas y gozos que manejan en el deporte, los preparan excelentemente para la vida. Un niño deportista aburrido, por ejemplo, optará por ver un programa de deportes, buscar resultados de juegos o partidos, tener una página de Instagram con logros deportivos, ir al gimnasio, correr o participar en maratones.
Cuando se les pregunta a los deportistas a quién agradecen por sus logros, la mayoría menciona a los padres, abuelos, tíos, hermanos mayores, en fin, a la familia. Las historias son conmovedoras: “Mi abuelo me llevaba a entrenar, caminábamos largas distancias, pero me encantaba que él estuviera allí”. “Mi papá trabajó duro para conseguir el dinero necesario para que yo pudiera jugar en un club profesional”. “Mi mamá siempre estuvo conmigo, nunca entrené ni jugué solo”. Hace poco, en una entrevista, le preguntaron al futbolista venezolano Salomón Rondón qué es lo que más recuerda de su vida, y él respondió:
“Cuando le dije a mi papá que quería dejar el fútbol y me dijo que siguiera intentando, que valdría la pena”. El entrevistador comentó “¡Sabio consejo!”, y Salomón añadió: “Sí, agradezco ese consejo de mi padre”.
Los padres somos las primeras figuras de apoyo en la vida de nuestros hijos. Es un proceso que, aunque exigente, vale la pena. Exige sacrificio, tiempo, paciencia y trasnochos, pero se trata de nuestros hijos, y no hay dinero que compense esto.
Liderazgo Tranquilo
Hay una frase que dice: “Si ves a un líder siendo amable cuando la situación se pone difícil, entonces tienes al líder correcto”. Un coach o entrenador debe estar preparado para las exigencias del entorno deportivo, pero no debe separarse de ser una buena persona. Carlo Ancelotti, el DT de uno de los clubes más importantes del mundo, en su aplicación de la teoría del Liderazgo Tranquilo, considera que se debe conquistar mentes, corazones y triunfos todo al mismo tiempo. Su manera de ser amigo de los jugadores fuera del campo y un líder exigente dentro de ella pretende sacar lo mejor de los jugadores, tanto en técnica y táctica como en su calidad humana.
Ancelotti habla de la comunicación en el equipo, de la regla de no imponer sino convencer, de la camaradería que existe entre todos los jugadores del club. Al fin y al cabo, “no solo son jugadores o un número, sino seres humanos que tienen un estilo y una familia”. Preocuparse por ellos es asegurar que en el futuro sean los mejores jugadores que hemos visto, y ya lo hemos visto. Este liderazgo tranquilo y empático fomenta un ambiente positivo y productivo, tanto en el campo como fuera de él.
Conclusión
El deporte ofrece una oportunidad invaluable para enseñar a nuestros hijos mediante el ejemplo. La manera en que los padres y entrenadores manejan las emociones y las situaciones difíciles en el campo deportivo impacta profundamente en el desarrollo emocional y comportamental de los jóvenes atletas. Los padres deben ser modelos de amor, control y prudencia, enseñando a sus hijos a enfrentar la frustración y la injusticia con dignidad y calma.
La participación activa y el apoyo incondicional de la familia son esenciales para el éxito deportivo y personal de los niños. Al final, el sacrificio y el esfuerzo valen la pena, ya que contribuyen a formar individuos equilibrados, resilientes y exitosos.